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La Inteligencia y la mente del cuerpo humano

  LA LUZ DEL ENTENDIMIENTO


 

“En las inteligencias se afirman la potencia y el acto... Por lo tanto, hay entre ellas una distinción según el grado de potencia y acto, de tal modo que la inteligencia superior, que está más cercana al acto primero, tiene más acto y menos potencia, y así en las demás.”

“Y esto termina en el alma humana, que tiene el grado último en las substancias intelectuales. Por lo tanto, su entendimiento potencial se comporta respecto a las formas inteligibles como la materia primera, que tiene el grado último en el ser sensible, se comporta respecto a las formas sensibles. Y por ello el Filósofo la compara con una tablilla en blanco, en la cual nada hay pintado. Y por esto, como entre las demás substancias inteligibles tiene el máximo de potencia, viene a ser tan cercana a las cosas materiales, que atrae una cosa material a participar de su ser; de modo que del alma y el cuerpo resulta un ser en un compuesto; aunque ese ser, en cuanto es del alma, no depende del cuerpo” (Op. De ente et essentia, c. 5, fin).

En torno a este pasaje sería posible sistematizar las tesis capitales de la gnoseología tomista. Por nuestra parte, va a servimos siquiera de puente para llegar, a partir de las tesis hasta aquí establecidas a propósito del conocimiento angélico, a la integración en la ontología tomista de su doctrina de la “luz del entendimiento agente”, como acto de los inteligibles abstraídos de las imágenes, explicando su connaturalidad a la mente humana por la actual inmaterialidad e inteligibilidad de la misma.

La “Forma” que es puramente “Acto”; la “Esencia” infinita que es el “Mismo Ser subsistente”, es el Entendimiento en Acto puro: el Entender que se entiende a sí mismo, en la plena intimidad de su subsistencia en sí.

Pero “Toda forma, en cuanto tal, es acto”, dice Santo Tomás (Quaest. De Spirit. Creat., art. 1, ad 1). Según esto, toda “forma” totalmente separada de la materia y subsistente en sí, se comporta como entendimiento y como entendida, en cuanto posee en sí el “ser”. Este “ser” la constituye, en efecto, en infinitamente luminosa. Pero en cuanto esencia específica y limitada, “sujeto” participante del “ser”, tiene un entendimiento “potencial”: capacidad siempre actuada, empero, por los inteligibles connaturales a ella, y especificativos de aquella luz infinita.

Por el solo juego de estos dos principios se constituye el inmenso orden jerárquico de las “inteligencias”, substancias o “formas” puramente intelectuales.

La visión “descendente” de este orden del ser inteligible conduce a Santo Tomás hasta el alma humana. Ella -última de las substancias intelectuales- no es sino la “forma” incorpórea y subsistente unida a la materia para constituir el hombre. El alma humana, por este modesto lugar que le corresponde, es, en su esencia, puramente potencial en el género de las substancias intelectuales e inmateriales. Por esto se une convenientemente a un cuerpo, de modo que el compuesto -el hombre- tiene un solo ser y es una substancia. Capaz por su entendimiento de “ser hecha todas las cosas”, debe, sin embargo, “recibir” de las cosas corporales, a través de facultades cognoscitivas vital y conscientemente “pasivas” frente a ellas. Es necesario, pues, que el alma intelectiva tenga, no sólo la facultad de entender, sino la de conocer por los sentidos: “era necesario que el alma intelectiva... tuviera también la virtud de sentir”. El objeto primero y proporcionado del entendimiento humano será, pues, la naturaleza de las cosas materiales.

“En el confín de las criaturas espirituales y las corporales”: última razón de que nuestra mente se compare a las cosas sensibles como la potencia al acto, en cuanto que en nuestra mente las formas determinadas de las cosas no existen sino en potencia, mientras que existen en acto en las cosas mismas “fuera del alma”, lo mismo que en las “imágenes” que las representan “espiritual” e íntimamente en la conciencia del hombre.

Santo Tomás no desmiente nunca este carácter potencial de nuestra alma intelectiva. Y, sin embargo, afirma la existencia en ella del “entendimiento agente”, y no por cierto como de algo sobreañadido o cuya acción pudiese ser suplida por la de algún agente extrínseco. Así como el entendimiento “posible” es la capacidad o virtud receptiva de nuestra mente respecto a los inteligibles, el entendimiento agente es su virtud activa sobre las imágenes; es la misma luz de nuestra alma, el “acto de los inteligibles” que “hace”, actuando “como la luz”, por su misma presencia iluminadora. “Las formas -dice Santo Tomás- son hechas inteligibles en acto por virtud de la substancia inteligente, según que son recibidas en ella y que son actuadas por ella”.

Esta virtud se da en nuestra mente en cuanto se compara a las cosas materiales y a las imágenes sensibles “como el acto a la potencia”: porque las cosas materiales y las mismas imágenes están en potencia en orden al ser inmaterial e inteligible, mientras que “la mente misma es inteligible en acto y posee actualmente la inmaterialidad y la naturaleza intelectual” (De Ver., X, art. 6, citado arriba, “Proposición del problema”).

Claro que no equipara Santo Tomás, con estas expresiones, nuestra alma intelectiva a una “substancia perfecta y subsistente en ser inmaterial”, cuyo entendimiento está en acto por la intrínseca inteligibilidad de la misma. En tal caso, en efecto, holgaría toda investigación sobre la radicación en la substancia del alma de una virtud activa que eleve al ser inteligible las naturalezas sensibles de las cosas: tales naturalezas materiales, en efecto, no serían ya, en este caso, el “objeto proporcionado” de la inteligencia humana, sino que lo sería su propia substancia inmaterial, y aquéllas le serían conocidas, como al ángel, a partir de su misma esencia: ésta sería “una evidencia y por consiguiente un conocimiento primario y principio del conocimiento de las demás cosas”.

De ningún modo desmiente, pues, Santo Tomás la absoluta potencialidad de nuestra mente con respecto a los inteligibles; porque no se trata, con su doctrina del entendimiento agente, de afirmar precisamente la presencia innata en ella por modo actual o virtual, de algún “inteligible”, de alguna “forma especificativa” de su intelección; sino la intrínseca connaturalidad a la mente del “ser inteligible” de los inteligibles abstraídos de las imágenes.

La “posesión en sí del ser” por la que la substancia inmaterial goza de aquella “vuelta hacia su esencia” que es su propia “subsistencia en sí”, constituye la luz infinitamente iluminadora, el “ser” y “acto” inteligible de la propia substancia y de las especies connaturalmente radicadas en ella.

Ahora bien: Santo TOMÁS define el entendimiento como constitutivo del supremo y perfecto grado de vida, precisamente por esta posibilidad de reflexión, que es la subsistencia en sí: “pues el entendimiento reflexiona sobre sí y se puede entender a sí mismo”. El alma humana, que por estar unida substancialmente a la materia no posee por su esencia la actual reflexión sobre sí, no podría, sin embargo, ser ni siquiera potencialmente intelectiva si no conservase según su propio modo la estructura característica del espíritu en cuanto tal, imagen de la subsistencia en sí del Acto puro.

“Aunque resulta un solo ser en el compuesto de alma y cuerpo, aquel ser, en cuanto es del alma, no depende del cuerpo” (De ente et essentia, loc. cit.). Por esta independencia de la materia en su ser, el alma misma que constituye el cuerpo humano es también “mente” o “espíritu” o “alma intelectiva”.

Esta estructura del espíritu humano es tal, que el alma, en el estado “post mortem” de separación de la materia, tiene aquella subsistencia en sí y posesión del ser cuya actualidad manifestativa infinita se especifica por formas connaturalmente inherentes a su substancia.

Pero aun en un estado “natural” y “originario” de forma constitutiva del cuerpo humano, su entendimiento -como advierte Juan de Santo Tomás- “emana del alma como de una raíz inteligente e inteligible (es decir, como de un entendimiento actuado por la intrínseca inteligibilidad de una esencia inmaterial), aunque no se manifiesta esta inteligibilidad de un modo puramente espiritual porque está impedida por su conversión a lo sensible” (Juan de Santo Tomás, I, q. 55).

Pero si esta inteligibilidad no se manifiesta de un modo puramente espiritual (lo que excluiría toda pasividad en el entendimiento y sería incompatible con la unidad substancial del compuesto humano), se manifiesta, ciertamente, según el modo propio del hombre, a saber: en el conocimiento “habitual” constituido por la esencia inmaterial de la mente, cuyo acto es la percepción que cada uno -al estar en acto de entender- tiene de su propia alma en cuanto posee en sí el “ser” (que, “en cuanto es del alma, no depende del cuerpo”):

“Y así, por el hecho de entender o sentir, el alma viene a percibirse actualmente como siendo.” (De Ver., X, art. 8, c.).

Pero, en cuanto a este conocimiento que Santo Tomás llama “habitual” para indicar su inmediata continuidad con el conocimiento actual descrito, sin necesidad de ninguna disposición o “hábito” sobreañadido que le capacite para aquel acto, escribe:

“Digo... que el alma se ve por su esencia; esto es: por el hecho mismo de que su esencia le es presente, es capaz de salir al acto del conocimiento de sí misma.”

“Pero para que el alma se perciba como siendo y atienda a lo que en ella acontece... basta la sola esencia del alma, que está presente a la mente; pues de ella surgen los actos en los que ella se percibe actualmente” (De Ver., X, 8, c.).

La mente humana no tiene de modo permanente y connatural la “vuelta hacia su esencia, en cuanto que tiene ser”, es decir: la reflexión constitutiva del “ser” en acto del entendimiento; porque, siendo a modo de “materia prima” (es decir: puro “sujeto”) en el género de las substancias intelectuales, sólo por la recepción de una especie inteligible “existe en acto” como inteligente. Ya que el ente inmaterial es actualmente consciente de sí mismo como existente por la íntima autopresencia, luminosa y transparente a sí, en que le constituye la operación inmanente en acto segundo.

La inteligibilidad intrínseca de la substancia inmaterial es formalmente idéntica con la actualidad esencial del entendimiento. La mente humana, pura potencia en el género del ente intelectual e inteligible, no tiene en su esencia, ni actual ni habitualmente, ninguna forma inteligible, y así no está connaturalmente actuada para la intelección de una esencia objetiva: es, al contrario, pura “materia” o “sujeto” intelectual e inteligible.

“Nuestra alma, en el orden de los inteligibles, es como potencia pura, como la materia en el orden de lo sensible; y por eso, igual que la materia no es sensible a no ser por una forma que le sobreviene, asimismo el entendimiento posible no es inteligible a no ser por una especie sobreañadida” (De Ver., X, art. 2).

Pero el ser es la actualidad de toda forma. El ser en acto en su consciente connaturalidad con todo ente y en su actualidad manifestativa infinita, es decir: el “entender”, no es causado en el sujeto intelectual humano en cuanto receptivo de las formas determinadas de las cosas: ya que el entender mismo es el “acto de los inteligibles” que le especifican y limitan en su referencia al ente universal. El “ser” en que el entender consiste, no se “rebaja” en el hombre hasta la pura potencia intelectual sino para ser participado, como “entender en acto”, según el modo humano.

La mente es “inteligible en acto” en comparación con las cosas materiales, es decir: hay en ella el “ser” y la “luz” suficiente para elevar a la actual inteligibilidad las naturalezas de las cosas sensibles. Las cosas materiales están fuera del género del ser inteligible e intelectual. Ni pueden presentarse al entendimiento como un inteligible objetivo y extrínseco, en razón de la concreción material de su forma. Así no dice de ellas (ni siquiera del hombre en su naturaleza corpórea y sensible, concretada en un individuo material) que sean “potencia en el orden inteligible”, sino, lo que es muy distinto, que son “inteligibles en potencia”, a saber: en cuanto participan de una “forma”, y puede la substancia intelectual humana, que las tiene como objeto proporcionado, “hacer en sí” sus semejanzas inteligibles, abstraídas de las imágenes.

Pero la misma mente, en cambio, pertenece al género del ente inmaterial e inteligible, aunque sea, en este orden, como pura potencia. Su esencia misma es una “habitual” reflexión sobre sí, anterior al acto abstractivo; y esta “noticia” no es un accidente:

“La mente, antes de que abstraiga de las imágenes, tiene noticia habitual suya, por la que puede percibirse como siendo” (De Ver., X, art. 8, ad 1).

 “La noticia por la que el alma se conoce a sí misma no pertenece al género del accidente en cuanto es aquello con lo que se conoce en hábito; sino sólo en cuanto es acto de cognición; por tanto, dice san Agustín que la noticia está substancialmente en la mente en cuanto que la mente se conoce a sí misma” (Ibid., ad 14).

Por este mínimo grado de participación del Acto puro que es “Ser” e “intelección” subsistentes, esta “reflexión” o “noticia habitual” del alma se actuará en la iluminación que hace los inteligibles en acto, por los que el hombre entiende.

Por esto dice Santo Tomás:

“El entendimiento humano se comporta en el género de las cosas inteligibles como un ente meramente en potencia, como la materia primera en el género de las cosas sensibles. Así pues, considerado en su esencia, se comporta como una potencia inteligente. Por lo que, de sí mismo... no tiene virtud de ser entendido, a no ser en cuanto que se hace en acto.

“Pero como le es connatural a nuestro entendimiento según el estado de la vida presente que se refiera a lo material y sensible... resulta que nuestro entendimiento se entiende a sí mismo precisamente en tanto que se hace en acto por las especies abstraídas de lo sensible por la luz del entendimiento agente, que es el acto de esos inteligibles, y mediante ellas entiende el entendimiento posible” (S. Th. I, q. 87, art. 2).

El ser inmaterial de la mente conserva, pues, una actualidad manifestativa por la que el hombre adquiere la conciencia de sí en la actual referencia y apertura objetiva al ente universal, concretado en la esencia de las cosas sensibles representadas en las imágenes.

Así se comprende el sentido de la dependencia en que Santo Tomás sitúa el que llama “hábito de los principios” con respecto al entendimiento agente:

“Es necesario que preexista un entendimiento agente al hábito de los principios, a modo de causa suya; pues esos principios se comparan al entendimiento agente como ciertos instrumentos suyos, ya que por ellos hace inteligibles en acto las otras cosas” (Q. Disp. De An., art. 5, c.).

Lo que inmediata y connaturalmente se sigue a la actual iluminación de la imagen es la concepción del “ente” (y “ente se toma del acto de ser”), el cual se predicará objetivamente según el modo que comporta la radical intencionalidad de la mente, por su participación inmaterial del “ser”.

La actividad del entendimiento agente es, pues, la que compete a la mente por su propia estructura, en cuanto es “inteligible en acto” con una inteligibilidad “habitual” y “existencial”. La atribución a la mente de una más perfecta inteligibilidad es incompatible con la unidad substancial del hombre; pero, si no se reconociera ni tan siquiera ésta, no podría explicarse la “virtud receptiva” de la mente respecto a los inteligibles, ni tan sólo recurriendo a una actividad iluminadora directa de la Causa primera del ente. Luz subsistente y “Sol inteligible”: porque al ente que no puede tener conciencia de sí mismo como existente, le es imposible la asimilación consciente y objetiva de la esencia del ente.

El actual conocimiento de sí mismo como existente supone en el hombre la “inherencia” en su entendimiento de una especie inteligible por la que entienden la esencia de algo bajo la razón universal de ente. Pero toda la doctrina de la “conversión a la imagen”, tal como Santo Tomás la concibe, supone que ya en la primera recepción de la especie, la aparición en la imagen iluminada de la esencia inteligible se produce en lo íntimo de aquella reflexión connatural que es la luz del ser, participada según el modo humano.

Es cierto que desde el punto de vista del objeto propio del entendimiento, la percepción del alma en su “ser” y en sus actos no es la de “algo grande o principalmente entendido”, remotamente distante, en eso, de la “Intelección de Intelección” que es el “Mismo ser subsistente”. El contenido de esta percepción es “una verdad de hecho”, absolutamente patente e indudable por la consciente “posesión en sí” del “ser”, pero que no puede ser resuelta en la evidencia objetiva de los primeros principios. Y, sin embargo, en su misma inmediatez, anterior a su objetivación en un juicio contingente, esta conciencia perceptiva del propio “ser” es iluminadora y manifestativa del ente, constitutiva de toda inteligibilidad que especifique el entender humano.

También en el hombre esta intrínseca inteligibilidad, que es la posesión “radical” de la luz, se identifica con la “actual” posesión de la naturaleza intelectual, que hemos visto afirmaba Santo Tomás:

El entendimiento agente y el posible no difieren entre sí como un “ente” de otro “ente”, sino como la potencia y el acto en el seno de la naturaleza infinita del ente inmaterial, participada según el modo humano.

Esta naturaleza se rebaja hasta la pura potencia, por la unión substancial del alma y el cuerpo, la cual coarta la infinitud de la forma y la “hunde” hasta impedir, por la opacidad de la materia, la permanente autoposesión y subsistencia en ser inteligible que define la actualidad del espíritu como tal. Pero esta naturaleza es actual en el hombre, porque al “ser”, que, “en cuanto es del alma, no depende del cuerpo”, le compete la luz inteligible que llamamos “entendimiento agente”, “factiva” de todas las cosas en ser inteligible proporcionado al hombre. Por esto también la esencia del alma tiene, por sí misma, inclinación a recibir las formas, cuyo acto es la propia luz connatural a su ser; porque “cada ente obra y tiende a lo que le compete según su forma, en cuanto es cierto”, la misma presencia connatural de la luz da, pues, a la mente su dinamismo infinitamente asimilado que la inclina a la “descripción en sí de todo el orden del Universo y de sus causas.”

Por esto Santo Tomás, al explicarnos con San Agustín la intelección de la mente por sí misma, que la constituye en imagen de la Vida íntima de Dios, nos habla de una participación de la “Verdad inviolable” por la que tienen consistencia absoluta y validez eterna y universal nuestros juicios objetivos.

Cuando Santo Tomás dice que el entendimiento juzga de la verdad, no por algunos inteligibles que existan fuera de él mismo, sino por la luz del entendimiento agente que hace los inteligibles, no afirma, como hemos dicho antes, la primacía del entendimiento “subjetivo”, sino la primacía de Dios, “Ser subsistente”, “Luz inteligible” que no existe “fuera” de ninguna criatura, sino que está íntimamente presente a todo ente “según el modo en que tiene ser”. Y, así, está presente en la luz inteligible participada que es, en el hombre, el “acto” que manifiesta y declara el ser al expresar la esencia del ente. Luz radicada en lo más íntimo del hombre, como constituida por la actualidad inteligible propia de su mismo ser, el acto que da a cuanto de él participa -entitativa e inteligiblemente- la consistencia y estabilidad de la verdad:

“Mientras una cosa tiene ser, es necesario que Dios la asista en cuanto que tiene ser. Pues el ser es lo más íntimo para cada cosa y lo más profundo que hay en ella, ya que es formal respecto de todo lo que hay en la cosa”.  (S. Th. I, q. 8, art. 1, in c.)

El desplazamiento con lleva a la pobreza

El desplazamiento con lleva a la pobreza

Pobreza y desplazamiento en Colombia

ANNCOL

Sección:Colombia
Jueves 5 de octubre de 2006 18 comentario(s) 8634 visita(s)

Desplazados: nuevos indigentes!

Las maquilladas y adulteradas cifras oficiales van siendo mostradas como engaños. La pobreza en Colombia crece día a día, en la medida en que se van depauperando sectores de clase media y pobre. 3 de cada 4 colombianos en el campo y 2 de cada 4 en la ciudad son pobres, según cifras oficiales.¿Qué relación hay entre pobreza y desplazamiento? Los desplazados son los nuevos indigentes en Colombia, escribe Allende La Paz.

Por Allende La Paz, ANNCOL

El maquillaje o manipulación de las estadísticas es la forma como el gobierno narco-paramilitar de Uribe Vélez mantiene engañada a una porción del pueblo colombiano. Es tan evidente que los mismos medios de alienación masiva que acolitan las campañas mediáticas del miniführer -como la Casa editorial El Tiempo- al no poder ocultar tamaño despropósito, recurren a tratar de mostrar un ‘lado amable’ y dicen que ‘una de las fortalezas del gobierno de Uribe Vélez es el manejo de las cifras’.

Hoy analizaremos dos fenómenos ya persistentemente endémicos en la vida colombiana producto de las políticas desarrolladas por los gobiernos, por mandato del Tío Sam, que afectan a la inmensa mayoría de la población colombiana: La pobreza y el desplazamiento, y la relación entre las dos.

La pobreza en Colombia

Más de 20 millones de colombianos en la pobreza. 3 de cada 4 en el campo y 2 de cada 4 en la ciudad.

Al no poder tapar el sol con las manos, Uribe Vélez se vé obligado a mostrar los problemas pero minimizándolos, cuando no negándolos. Y para ello pone a sus áulicos a decir mentiras, como el informe sobre ‘Pobreza e indigencia en Colombia 2005, III Trimestre’ de Santiago Montenegro Trujillo, del Departamento Nacional de Planeación (DNP), publicado en enero de 2006.

Según este informe en Colombia hay 2,3 millones de pobres menos, toda vez que -según ellos- la pobreza descendió de 57,0 en 2002 a 49,2 en 2005, pasando por 50,7 en 2002 y 52,7 en 2004, es decir que entre 2002 y 2005 la pobreza disminuyó 7,2 puntos. Miremos un poco más detenidamente estas cifras.

Un descenso meteórico de casi 7 puntos entre 2002 y 2003, es decir, en un año, no se los cree nadie, ni siquiera si lo hiciera un mago. Para un descenso tan abrupto, hubieran sido indispensables que se dieran varios factores: crecimiento extraordinario de la economía que se manifestara en una generación inaudita de empleo, elevación de los salarios, inversión estatal masiva en proyectos productivos, etc; condiciones que no se dieron ese año.

Pero una simple operación matemática nos muestra que las cifras del DNP no encajan. El censo de población de 2005 del DANE informó que en Colombia hay 41’242.948 habitantes, el 75% vive en las cabeceras municipales (30’933.211 personas) y el 25% en la zona rural (10’310.737 personas). Si el 42,3 de la población urbana vive en la pobreza -revisaron la definición y hablan de pobreza las personas que viven con menos de dos dólares al día, cuando antes era de un dólar al día-, o sea, 13’084.748 habitantes; y el 68,2 de la población rural vive en la pobreza, o sea, 7’031.922 personas, tendríamos que 20’116.670 colombianos son pobres, si aceptamos en gracia de discusión la nueva y revisada definición de pobreza de la administración Uribe.

Ahora bien, si a los 41’242.948 colombianos le sacamos el 49,2 de pobres que según el DNP es el total nacional, tendríamos 20’291.670 colombianos viviendo en la pobreza. Y la cifra resultante de la suma de las poblaciones rurales y urbanas en la pobreza y por separado nos da 20’116.670 personas, entonces hay 174.860 colombianos que han sido ‘invisibilizados’, ‘desaparecidos’, por obra y gracia de las malas matemáticas de los ‘especialistas’ en estadística del DNP y el DANE.

Por estas ‘pequeñas’ incongruencias nos damos cuenta que las cifras han sido maquilladas, adulteradas, y por ello no les creemos. Mas si les creyéramos, tendríamos que según las propias cifras oficiales, 3 de cada cuatro colombianos que vive en el campo son pobres y que 2 de cada 4 colombianos que viven en la ciudad son pobres. Me pregunto: ¿en qué queda la propaganda del ‘crecimiento de la economía’ durante la administración Uribe Vélez? ¿Por qué si es cierto ese crecimiento no redunda en reducción de la pobreza?

El desplazamiento forzado

917.525 colombianos desplazados durante la administración Uribe, son nuevos indigentes.

Ahora bien, ¿qué relación hay entre pobreza y desplazamiento? Es sencillo. La población desplazada es una población que es convertida en pobre -yo diría más bien en indigente- por la fuerza fatídica de las armas de las fuerzas militares-narcoparamilitares, con el fin de ‘secarle el agua al pez’ y de expoliar a los campesinos e indígenas de sus tierras y apropiarse ellos de ellas.

El desplazamiento forzado ha sido una constante en las políticas de las diferentes administraciones oligárquicas y oligárquico-mafiosas. Ya en la administración de Belisario Betancur se registran 63.000 desplazados internos, 360.000 durante el gobierno de Virgilio Barco Vargas, 297.000 durante la administración de César Gaviria Trujillo, 835.000 durante la administración de Ernesto Samper Pizano, y 1’359.853 durante la de Andrés Pastrana, que nos arroja un acumulado de 2’914.853 desde 1985 a 2002 (Cifras compiladas por CODHES).

Durante la administración oligárquico-mafiosa de Álvaro Uribe Vélez fueron desplazadas 207.607 personas en 2003, 287.581 en 2004, 310.237 en 2005 y 112.099 en el primer trimestre de 2006, para un total de 917.524 colombianos desplazados durante esta administración y un acumulado histórico total de 3’832.377 desplazados internos desde 1985 al primer trimestre de 2006.

Como ya hemos dicho, el desplazado es convertido por la fuerza de las armas asesinas de las fuerzas militares-narcoparamilitares, de un momento a otro, de pequeño propietario a indigente. Al ser desplazados los campesinos e indígenas sólo se llevan lo que tienen puesto, si acaso una maleta con ropa, y pierden casas, tierras, ganados y enseres. Al ser desplazados se le resta casi un millón de habitantes a la población rural, en condiciones de no pobreza, y se le suma igual cifra a los pobres de las ciudades. O sea que durante la administración de Uribe Vélez llegaron casi un millón de nuevos pobres a la ciudad, y ya serían 14’002.272 persones en condición de pobreza e indigencia en las cabeceras municipales.

Causas de la crisis humanitaria

Las causas están en las políticas adelantadas por la oligarquía narco-paramilitar que sólo favorece sus intereses y los del imperio.

Hoy Colombia vive una situación de crisis humanitaria producto de las políticas adelantadas por la administración del miniführer narco-paramilitar Álvaro Uribe Vélez. Sus políticas económicas favorecen única y exclusivamente a los sectores oligárquico-mafiosos y a las multinacionales con la entrega de nuestros recursos naturales. Hoy en Colombia los ricos son más ricos (hoy el ingreso del 10% de los ciudadanos más ricos es 49 veces mayor al que tiene el 10% de los más pobres).

Y sus fuerzas militares están imbuídas de las gringas Doctrinas de Seguridad Nacional, Conflicto de Baja Intensidad y otras doctrinas imperiales, que hacen que los militares actúen como un ejército de invasión contra su propio pueblo y los trate como enemigos. Además tiene un aliciente fortísimo en la impunidad con que rodean todos los actos de corrupción y criminalidad de todos los agentes estatales, desde ex-ministros como Londoño que se robó en ECOPETROL 13 millones de dólares hasta militares que asesinan policías por ganarse los narcodólares que les pagan los capos del narco-paramilitarismo -socios de Uribe- para que les brinden protección, ni qué decir de la impunidad de los Crímenes de Lesa Humanidad cometidos por estas bandas de criminales.

Sólo en una Nueva Colombia, en paz con justicia social, libertad, pluralismo y soberanía se erradicarán las causas que generan pobreza en Colombia. Lo demás son palabras vacuas cuyo fin es esconder la magnitud del problema y sus causas.

"Ciertamente, el oro y la plata son objetos preciosos; pero la existencia de la República y la vida de los ciudadanos son más preciosos aún".

Simón Bolívar (Carta al Gen. Santander, 30 may. 1820; Vol. I).

La adicción por la delgadez
Concepción Salcedo Meza



La anorexia nervosa y la bulimia son enfermedades devastadoras que han cobrado una dimensión inusitada entre los jovenes de todo el mundo y de todas las clases sociales,pero atrapan y golpean con mayor fuerza a las mujeres.

 "YO TENÍA ANOREXIA y creo que después bulimia. Quería a fuerza tener un cuerpo como el de las modelos que pintan a la gente muy guapa. Pero creo que me obsesioné. Primero hice dietas y después me negaba a hacerlas, entonces empecé a comer muchísimo y a vomitar. Tenía pavor a engordar. Cuando me sentí muy mal fui a ver a un psicólogo para que me quitara esa obsesión. No fue fácil". Este testimonio refleja la influencia que tiene el modelo de la delgadez entre las jóvenes, pero también evidencia que Erika ­quien nos relató esta experiencia­ tenía un problema psicológico que la llevó a esa conducta.

   Según datos médicos, de diez enfermos de anorexia o bulimia nueve son mujeres de entre los 15 y los 26 años de edad, obsesivas, dependientes, obedientes y que pertenecen a familias rígidas, estrictas y poco tolerantes a los cambios. Pero los hombres también tienen su historia.

   "Yo fui bulímico ­narra Ezequiel, de 19 años­. Formaba parte del 5% de los bulímicos del sexo masculino, ya que el 95% restante son mujeres. Comencé haciendo una dieta bajo control médico porque estaba excedido de peso, pero pronto y sin darme cuenta caí en la bulimia. Comencé a dejar de comer y aunque adelgazaba, seguía viéndome gordo en el espejo. Empecé a provocarme vómitos, cada vez que me daba un ataque de hambre y me comía todo. Luego incorporé los laxantes. Tomaba ocho o diez por día. Esto produce gran irritación, tanto en los intestinos, como en la faringe, lo cual puede ser causa de úlceras y cáncer. Seguí así por un año y varios meses. De 85 kilos había bajado a 50, pero yo me miraba al espejo y me veía de 100. No podía sentarme en una silla de madera sin que me salieran moretones; tampoco apoyar los codos en la mesa. Sentía terribles dolores abdominales por causa de los laxantes y sólo quería estar dormido".

   Este testimonio refleja el infierno que viven los jóvenes que padecen bulimia. Existen informes que evidencian que ya desde el siglo XIX había personas que se provocaban el vómito, después de comer en forma excesiva. En 1940 este trastorno se consideró un síndrome y en 1980 la Sociedad Americana de Psiquiatría incluyó a la bulimia en el manual de psiquiatría como una enfermedad diferente a la anorexia.

   Ambos trastornos vienen desde la Antigüedad, pero es ahora cuando se les ha estudiado, tipificado y definido. Se sabe que son producto de múltiples factores, que pueden incluir trastornos emocionales y de la personalidad, así como presiones familiares, una posible sensibilidad genética o biológica y el vivir en una sociedad en la cual hay oferta promisoria de comida y una obsesión por la delgadez. Esta idea de la estética transmite a los jóvenes sistemas de valores que se basan en el "buen look" y el problema es que puede derivar en una adicción por la delgadez del cuerpo y producir enfermedades. Cierto es que esta estética, esta moda, es sólo un disparador que afecta negativamente a algunos jóvenes con problemas familiares y con desajustes de personalidad.

El pavor a engordar

El término anorexia nervosa proviene del latín y quiere decir sin apetito, y el adjetivo nervosa expresa su origen psicológico. Sin embargo, no es cierto que los jóvenes anoréxicos no sientan hambre, al contrario, la reprimen por el pavor que tienen a la obesidad. Estos jóvenes rechazan en forma contundente el mantener un peso corporal por encima de los valores mínimos aceptables para una determinada edad y talla. "El miedo que experimentan hacia la obesidad los lleva hasta la inanición y a la pérdida progresiva de peso. Y lo más grave es que no tienen conciencia de su enfermedad", señala la nutrióloga Marcela Palma, del Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubirán (INN). Los anoréxicos llegan a perder por lo menos el 15% de su peso corporal y, en casos extremos, hasta el 60%, lo que puede ocasionar la muerte. El trastorno tiene diversas caras y, según Marcela Palma, puede clasificarse en etapas primaria y secundaria.

Las múltiples caras de la anorexia

En la etapa primaria sólo se tiene un miedo intenso a subir de peso y ésta se caracteriza por dos tipos de padecimientos: la anorexia nervosa restrictiva y la bulimarexia. En la primera, se utiliza el ayuno y la disminución exagerada de la ingestión de alimentos para controlar el peso sin utilizar el vómito o los laxantes como métodos de control. En la bulimarexia se combinan periodos de ayuno con periodos de ingestión compulsiva y después se provoca el vómito, y se aplican purgas y enemas para controlar el peso.

   En la etapa secundaria, la anorexia nervosa es consecuencia de alguna enfermedad psiquiátrica como la esquizofrenia o la depresión; en esos casos, la anorexia se debe a una interpretación falsa de la alimentación y no a la búsqueda de pérdida de peso. Por lo que respecta a la cantidad de casos de anorexia, se da más en los países sajones que en las sociedades orientales. En Latinoamérica, y específicamente en México, los estudios estadísticos y epidemiológicos son muy pocos; carecemos de la información suficiente sobre la incidencia de los trastornos de la conducta alimentaria, aunque en la actualidad diversos grupos investigan este fenómeno.

El infierno de la bulimia

La palabra bulimia proviene del griego y significa "hambre de buey". Generalmente se presenta entre los 18 y 28 años de edad. Al igual que en la anorexia, el 95% de los pacientes bulímicos son mujeres.

   Según Marcela Palma, "este trastorno se caracteriza por la ingestión rápida de gran cantidad de alimentos; la culpabilidad provocada por el abuso al comer y la autoinducción al vómito; la utilización en forma indiscriminada de laxantes y diuréticos y el ejercicio excesivo, debido a que estos jóvenes tienen pavor a subir de peso. También es característico que durante mucho tiempo ellos nieguen estas conductas".

   Según datos del INN, en muchos países la frecuencia de la bulimia es mayor que la de la anorexia nervosa, pero en México tampoco se tienen cifras sobre la incidencia de este trastorno, debido a que, aun cuando se han aplicado cuestionarios entre la población de riesgo, se esconden los síntomas.

Enfermedades complejas, tratamiento integral

Los jóvenes que padecen anorexia o bulimia requieren de un tratamiento integral en el que debe participar un equipo de especialistas como nutriólogos, psicoanalistas y médicos o endocrinólogos, además de la familia. La participación de ésta es fundamental, ya que los aspectos familiares son muchas veces la causa de estos trastornos. Si algún joven sospecha que puede padecer este tipo de problemas, debe recurrir a alguna instancia de salud pública o privada y evitar a tiempo el infierno dantesco que hacen vivir la anorexia nervosa y la bulimia.


Concepción Salcedo Meza es comunicóloga,
divulgadora de la ciencia y desde hace varios
años trabaja en TV UNAM.

La anorexia y la bulimia, ¿desafíos?
Entrevista con el Dr.Armando Barriguete Meléndez


"Los trastornos de la alimentación, sobre todo la anorexia y la bulimia, se presentan en la adolescencia como parte de la crisis del desarrollo, del crecer, del descubrirse". Así explica este fenómeno el psicoanalista y psiquiatra Armando Barriguete Meléndez. Advierte que también es producido por múltiples factores: neurobiológicos, socioculturales, psicológicos y familiares. "Estos trastornos suceden dentro de una época de muchas crisis, de redefiniciones sociales y personales. Vivimos en un entorno donde al afecto, a la intimidad y a las relaciones no se les presta atención, los jóvenes inmersos en este entorno encuentran problemas para redefinir su identidad y para poder describir, conocer e identificar sus emociones".
   El especialista afirma que "La crisis del crecer de la adolescente va ligada a los cambios del cuerpo. Su cuerpo evoca que llega una nueva etapa; que tiene nuevos deseos e inquietudes; que tiene gran susto por crecer y desarrollarse y el pavor a aumentar en medidas y peso la lleva a intentar detener su desarrollo mediante estas conductas alimentarias".
   "Algunos jóvenes no asumen estos cambios — asevera — debido a que implican una manera de ser vistos y de ver; una manera de relacionarse con sus padres, de redefinir los interjuegos de poder frente a ellos. El cuerpo escuálido de los anoréxicos, que no evoca formas ni movimientos, va relacionado con el deseo de no manifestar lo que sienten. La esbeltez representa — aclara — un desafío, un desacato a lo voluptuoso, al deseo. Las jóvenes se autocastigan dejando de comer y dejando de expresar sus emociones y sentimientos, que no es otra cosa que dejar de ser ellas mismas".
   Señala, además, que estos trastornos afectan entre el 1% y el 5% de la población universitaria en los países desarrollados y que de esta cifra 95% son mujeres. ¿Por qué? Armando Barriguete responde: "Durante mucho tiempo creímos saber lo que era lo femenino a partir de la descripción del hombre. Desde hace unos 50 años la mujer se ha dado a la tarea de reflexionar y escribir sobre sí misma. Se está descubriendo. Esto ha generado la idea de que lo que se creía que era la mujer no lo es, pero tampoco lo que se creía que era el hombre; son identidades que se están redefiniendo de manera mutua y crítica. Sin duda, el ser mujer tiene un rasgo extra de crisis por la desigualdad social que existe con respecto al hombre".
   Respecto a los factores familiares, el especialista subraya que "es en el contexto familiar donde cohabitan tanto la crisis de pareja de los padres, como la crisis del adolescente. Desafortunadamente, no siempre son manejadas en forma adecuada y las niñas con anorexia o bulimia no han podido aceptar los cambios producidos en su familia", señala.
   El especialista en trastornos de la alimentación nos da su opinión acerca de la influencia que ejercen los nuevos modelos femeninos promovidos por la cultura de masas y la moda: "La moda por sí misma no propicia el trastorno, pero se suma a las dificultades que lo facilitan; las verdaderas causas surgen de la compleja naturaleza humana", concluye.

El doctor Armando Barriguete Meléndez es psiquiatra,
psicoanalista e investigador en la Clínica de los Trans-
tornos de la Conducta Alimentaria, en el Instituto
Nacional de Nutrición.

¿SABES…?

Sabes...pensar que la vida que llevas no es la mejor...

Pensar que hay cosas que  te han  pasado por error...

Sentir que quieres decir algo y no te atreves...

Creer que si se lo dices… te rechace...

Disimular lo que sientes por temor a hablar...

Evadir una pregunta por tener miedo a decir la verdad…

Llorar por alguien que no lo merece...

Dar una sonrisa a quien triste está...

Robar un beso a quien quieres de verdad...

Sonreír por una caricia o una tierna mirada de esa persona que te gusta...

Tener el corazón listo para amar...

Aprender a perdonar y a olvidar…

Recordar que todo  el daño que hagas hoy lo pagaras mañana…

Vivir cada día como si fuera el último…

Arriesgar con locura…por un verdadero amor…

Nunca di…no puedo…

Di hoy lo que verdaderamente sientes no esperes a un mañana porque tal vez sea demasiado tarde…

Escucha y aconseja a esa amiga que lo necesita…

Recuerda que nunca debes dejar sola a esa persona…que sufre por amor…

Y nunca   juegues con los sentimientos de  aquella amiga que a tu lado esta...

Ya que son etapas de la vida...que llegan en el momento que tu no te lo esperas...

Por eso vive y disfruta… cada minuto de la  vida que tienes…no intentes acabar tu mismo con ella…

Ya que todos los problemas tienen solución… menos la muerte…

 

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